miércoles, 29 de junio de 2011

¿Por qué nos endeudamos?

 Desde los comienzos de la sociedad de consumo (allá por el taylorismo y el fordismo, cuando aparece la producción en masa de bienes), y que se prolonga hasta finales del siglo XX, hemos vivido inmersos en una sociedad que nos crea necesidades a todas horas, aunque sean ficticias. Es necesario para nuestro modelo productivo que los ciudadanos consuman, aunque no lo necesiten o no puedan.

 Cuando los ciudadanos llegaron a su límite de consumo y ya no se pudo seguir el ritmo que hasta entonces era el normal (no tienen recursos disponibles para adquirir esos bienes), la sociedad de consumo genera un nuevo instrumento que facilita y posibilita saltar este obstáculo, pero que gestaría un problema mayor que el resuelto. El famoso crédito al consumo a plazos ha permitido que durante muchos años, miembros de todas las clases sociales pudieran adquirir productos que por sus características y sobre todo, por su precio final, no estaban al alcance de todos. 

 Televisiones de plasma, coches de lujo, segundas viviendas, vacaciones a lugares exóticos...etc. han formado parte de nuestras vidas durante la etapa de bonanza económica, y ahora han desaparecido de ellas, como el oasis que ve un explorador en el desierto y no era más que un espejismo. Esta situación ha generado rabia en la población, porque acostumbrarse a lo bueno es fácil, pero a lo malo cuesta. Y esa reacción es normal porque nos educaron en la sociedad de consumo, en la que solamente había placeres, pero nunca sacrificios.

 Está claro que es necesaria una reflexión interna personal y colectiva de hacia dónde vamos y cómo queremos llegar a nuestro destino, pero sobre todo, es necesario que nos planteemos si la forma escogida para llegar a nuestro destino es la correcta o debemos cambiarla. Y esto parece complicado de entender, pero si que creo que podemos estar de acuerdo, en que debemos tener una estructura básica de actuación, antes de empezar el largo camino de la recuperación.

 El otro día, y para terminar mi entrada, comentaba con una amiga (a la que realmente me gusta escuchar, no solamente por su madurez mental sino por las cosas sensatas que salen de su cabeza) que la sociedad actual tiene una carencia de valores básicos sobre los que sostener un proyecto de comunidad a medio y largo plazo. No podemos seguir adelante sin tener claro cuáles son los valores sobre los que vamos a construir nuestro futuro porque nos supondrá, como estamos viendo actualmente, un retroceso en cuanto a todo lo que hemos logrado durante generaciones.

 Los valores, sean del tipo e ideología que sean, vertebran a una sociedad y la permiten avanzar. Sin ellos, la confusión se adueña de su gente y la sensación de incertidumbre es la constante de todos ellos. Y esta sensación de locura (que casi llega al pánico) que arrastramos desde hace unos años y que hoy en día seguimos viviendo, es producto de esta carencia que aquí denuncio. 

 Es necesario que nos paremos a pensar cuáles son los valores que queremos que permanezcan y cuáles queremos que cambien (no solamente de contenido, también puede ser de forma o interpretación). Es necesario que nos sentemos en una mesa y dialoguemos las partes implicadas para crear un consenso. Y esto lo digo así, porque si tengo una cosa clara en esta vida, es que con un modelo como el actual basado en lo individual antes que en lo colectivo y en el presente antes que en el futuro, hay pan para hoy pero hambre para mañana.

jueves, 16 de junio de 2011

Yo estoy indignado

 De nuevo hoy he comenzado el día con una breve intervención en la radio. Ésta vez me han preguntado sobre los últimos acontecimientos en el Parlamento catalán y mi postura al respecto.

 Inicio mi entrada con ese título porque claramente refleja lo que pienso y de forma concisa y breve, cualquier lector puede entenderlo (así facilito las cosas a aquel que no quiere leerse toda la entrada :) )

 Mi indignación reside en los últimos actos que se han producido en el Parlament, y es que todavía no he llegado a comprender cuál ha sido la justificación para aquéllos, que durante toda la jornada de ayer pensaron que esas eran las formas de comportarse y de transmitir su mensaje al pueblo. No llego a comprenderlo porque como ciudadano solamente veo actos vandálicos, agresiones verbales y momentos de tensión, con los que no puede sentirme identificado salvo que pertenezca a un grupo de bárbaros que se dirige a la capital del Imperio Romano para quemar y destruir todo lo que se interpone en mi camino.

 No puedo compartir un mensaje (que aunque sea justo y de derecho) utiliza mecanismos de transmisión que vulneran cualquier tipo de espacio pacífico democrático de convivencia. Estoy de acuerdo con Artur Mas cuando dice que prefiere una democracia imperfecta que el caos violento que se vivió o se quiso hacer ver ayer, pero también debemos hacer una autocrítica los que nos encontramos representando a los ciudadanos y reflexionar para saber cuáles son los motivos que han llevado a este ejercicio violento de la libertad de expresión (propios o impropios a la profesión).

 La libertad de expresión viene recogida en la Constitución Española y en la Declaración de Derechos del Hombre en su art 19:

 ""Libertad de pensamiento y de expresión.
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideraciones de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección y gusto
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto a previa censura, sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:
a) El respeto a los derechos o la reputación de los demás, o
b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas."

  El principio del daño y del delito son limitaciones claras a la libertad de expresión y que no deben ser vistas como el ejercicio propio de un sistema político que censura, sino de un sistema que garantiza la convivencia entre individuos de muy diversa índole. Sin esos límites, la convivencia sería inviable.

 Me despido con una frase de Karl Marx que espero que haga reflexionar a los indignados violentos: " Nadie combate la libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos"
  


martes, 14 de junio de 2011

Cuando la crítica se hace de forma distinta

 Esta mañana he intervenido en una radio para dar mi opinión sobre la situación que vivimos continuamente respecto a los mercados de deuda pública. En nuestro país se ha convertido en un tema de actualidad del que prácticamente hay que ser un verdadero monje de clausura para no tener unas nociones mínimas, ya que el bombardeo es masivo (rating, Moody´s, deuda pública, puntos porcentuales...etc).

 Tras la intervención, me ha surgido la duda respecto a la situación económica del resto de países y no sé cómo, he llegado a la temática de los países en Sudamérica que viven actualmente los llamados "procesos revolucionarios bolivarianos". Posiblemente, he llegado a ello movido por mis últimas conversaciones con personas que han sufrido o disfrutan de la situación existente. Algunos se resignan a verlo como parte de un ciclo en sus países, pero una gran parte, lucha con fuerza para que se restablezcan sus derechos y libertades (que al parecer han desaparecido, al ser impuestas unas nuevas obligaciones).

 Cuando oigo criticar a los bandos existentes en esos países, realmente veo a personas diciendo lo mismo pero desde dos sentidos distintos. Sentidos irreconciliables mientras perpetúen la lucha por unos ideales que fallecieron el siglo pasado y que fueron sustituidos por una buena dosis de realismo mixto.

 Luchan para acabar con las clases dominantes, la corrupción, el reparto injusto de la riqueza, la situación de pobreza y la crisis nacional de identidad. Sin embargo, yo solamente creo que han cambiado los actores culpables de esa situación, la situación sigue siendo la misma.

 Mencionando el caso de Venezuela (que podría ser otro cualquiera), me sorprende el cambio que con el tiempo sufrió su querido Presidente. En un principio, mi antiguo yo, lo consideraba la salvación de países que caían en un círculo vicioso de corrupción continua, del que no eran capaces de salir por los continuos regímenes dictatoriales o cambios anticipados de poder. Era la esperanza de lo que algunos consideramos como la voz de la mayoría que fue convertida en minoría.

 Actualmente, hablaría con ese yo del pasado y le preguntaría si en algún momento creyó que lo que actualmente sucede, era posible de dislumbrar con cierta credulidad y sin lamentos. Seguramente que mi yo del pasado, hubiera sucumbido a un ataque si hubiera visto esas imágenes y relatos traídas por el túnel del tiempo, consciente una vez más de que el realismo impera de nuevo sobre los espejismos de bondad.

 Definitivamente me sorprendo, y solamente puedo decir que mi crítica es la siguiente. ¿Creemos realmente que la situación de estos países ha cambiado? En mi humilde opinión creo que el no, es rotundo, y no porque no crea que no se haya mejorado algo, sino porque creo que no se ha logrado todo lo que se podía haber obtenido de forma razonable y en algunos casos, se ha retrocedido, con la excusa de garantizar determinadas cosas que no eran un derecho de los ciudadanos sino una obligación del Estado.

 Se han sustituido las clases dirigentes "fascistas" (según los que están en el poder) por clases dirigentes "chavistas", "castristas", "sandinistas" o "indigenistas" (curiosamente suenan igual). Usan los mismos medios y las mismas formas, solamente se benefician de sus políticas aquéllos que les "siguen el rollo". Da igual la ideología, solamente es importante el seguimiento borreguil (como dice un querido amigo).

 Chavistas con Audis, fascistas con Mercedes, Sandinistas con BMWs.... es decir, parece ser, con perdón de los alemanes, que el único elemento en común de todos ellos es su buen gusto por vehículos de alta gama germanos. Eso sí, que el resto de la población sufra y espere a que lleguen al poder los que le representan, mientras tanto, amarre sus posesiones y a encomendarse al mejor santo que le represente...